Logorama [Eje III]

La globalización desde una mirada “logal”

- Logos, logos y más logos. Un mundo. Un mercado. La globalización y la tecnología que aparece cada fragmento del video y en cada empresa que éste refleja.

Los hombrecitos policías Michelin en una discusión insignificante, dentro de un auto que lleva también el nombre de una de las más de 2000 marcas que aparecen en el cortometraje ganador de los premios Oscar 2010 al mejor cortometraje. El corto realizado François Alaux, Hervé de Crecy y Ludovic Houplain y producido por Autor de Minuit se desarrolla en la ciudad norteamericana Los Ángeles. Entre los logos se encuentran algunos como Pumper Nic, MSN, McDonald's, Starbucks, French's, Nespresso, VH1, Eveready, Fox Sports Net, Columbia House, Big Boy y Haribo (mediante sus personajes: niños demasiado infantiles), Hot Wheels, Malboro, BMW, Cruz (en el auto de los policías Michelin), Chevrolet, Gatorade, Fanta, McCain, Sturm, Dr.Pepper, Crunch, Sprite, Bud Light, Burger King, Seven Up (Fido Dido, quien es golpeado y atropellado), Blockbuster, HP, Dolby Surround, Paramount, Linux (con su mascota, el Pingüino), Lacoste (con los cocodrilos), Jaguar, Metro Goldwyn-Mayer (con el león), Audi, Nickelodeon, Yamaha, Nintendo, M&M, MTV, Pepsi, Internet Explorer, Master Card, NASA, entre otros.

A pesar de su argumento, es importante describir el contexto en el que se publica el cortometraje y todo lo que conlleva el hecho de trabajar con estas marcas. Sin desmerecer la obra se podrá encontrar una razón lógica para analizar el dilema que aparece de fondo en problemática (el nudo) del cortometraje. Se escapa Ronald Mc Donald’s, sujeto a quien buscan. Podría ser cualquier otro pero no, tiene que ser el representante inventado de una de las empresas más queridas y odiadas en todos los países, utilizada para cualquier ejemplo que se relacione a la “globalización”, junto con Coca-Cola.

El corto se atreve a jugar con la “mezcla” del mundo empresarial. La palabra está puesta entre comillas ya que, si se hace un análisis de las situaciones culturales, todo (o casi todo) contiene el aspecto económico (y varias veces político) detrás de su figura. Aparece una pared con el logo y el formato de The Wall de Pink Floyd, junto a los logos de Esso, Diners Club Internacional, Quicktime, Pringles, entre otros.

La tecnología utilizada demuestra hasta dónde ha llegado la capacidad de producir, algo impensable años atrás. Este cortometraje va más allá, demuestra facilidad de editar videos y ha llegado a hacerse conocido ya que sólo dura 15 minutos y se ha expandido por toda la red en lo que se puede denominar como espacio-velocidad (ya no es más espacio-tiempo sino espacio-velocidad, segúnd Paul Virilio). La reordenación témporo-espacial permite la difusión instantánea del cortometraje, en el cual aparecen varias marcas que están en contra de la piratería y de la difusión global. John B. Thompson hablaba de una “difusión global” pero con un “sentido local”. En cada lugar recaerá de distinta manera la realización de esta nueva obra que traza conceptos sobre la globalización y el impacto tecnológico que, según Thompson, sólo se entenderá si se piensa a los receptores como parte de relaciones inmóviles. Resulta curioso hacer la siguiente pregunta retórica: ¿serán todas estos logos-marcas-empresas-conglomerados los que forman parte de ese “mundo que se agota” del cual habla habla Zygmunt Bauman, donde se deberán buscar los nuevos horizontes? Cuando Daniel Mato critica la fetichización del término globalización, se podría juntar la lógica del mercado con el poder que ejercen las empresas que “controlan el mundo” y de ese modo sí se estaría ante la causa de todos los males llamada globalización, ya que los puntos positivos de la misma quizá se encuentren en algo que al hombre le interesa día a día pero que cada vez lo cierra (y ciega) un poco más en este “campo controlado” que es el mundo posmoderno.

Detrás de este excéntrico mundo de los logos hay una idea y probablemente una ideología con la respectiva opinión de cada autor del corto. Pero es importante pensar que no sólo es una imitación sino más bien un reflejo de una sociedad al mejor estilo Los Simpson, cargada de morbo, violencia (física y verbal), acoso, crimen, robo, muerte y seres humanos, representados por simples logos. ¿Será que el mercado comercial ha consumido al hombre hasta tal punto de quitarle identidad e imponerle su forma de ser y de actuar? Logorama ofrece en cada segundo un espejo de la transformación cotidiana que alguna vez pensó Bradbury con la televisión, y que marca una pauta de lo que es y podrá ser (afectar en el campo social) la materialización de las personas.


Crudele, Martín.

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